Un fin de semana en la América Profunda
Hace unas semanas conduje hasta un pueblo en Ohio que, en otro siglo, había sido un lugar próspero que atraía a los nuevos inmigrantes. En el siglo 18, estos pioneros (como aquí se les llama), bajaban en barcas de madera por el río Ohio desde Pittsburg, en Pensilvania. Al llegar a su destino, sacaban las barcas del río, en las que llevaban algún caballo y gallinas, y con la madera se hacían una cabaña donde vivir mientras perseguían su sueño Americano.
Hoy es un pueblo que no despierta esas ganas de aventura. Marietta, Ohio tiene 13,000 habitantes, una universidad con aproximadamente 1,000 alumnos, y donde se vive con el recuerdo de lo que un día fue en forma de casas victorianas, algunas bien mantenidas, un teatro restaurado con capacidad para 1000 personas a donde, en su auge se iba a ver vaudeville y cine mudo, grandes iglesias hechas con piedra local en muchas de las esquinas, y hasta una basílica menor. En Marietta se celebró una misa católica por primera vez en 1749.
Marietta está a las orillas del río Ohio y directamente frente a Virginia Occidental, llegar aquí desde Filadelfia significa pasar por grandes campos de sorgo y maíz, pequeñas granjas con establos y graneros de madera pintada en rojo oscuro, además de por las montañas Apalaches que forman parte del Oeste del estado de Maryland así como Virginia Occidental.
Este pueblo, como tantos otros de lo que los españoles muchas veces llamamos despectivamente la América profunda, tiene dos realidades, la del Downtown del recuerdo en cuyas bonitas estructuras hay pequeños pero ideales negocios locales- tiendas de artistas, cafés, restaurantes y librerías-y la de lo que vemos nada más salir de la carretera, los restaurantes de cadena, los supermercados en grandes estructuras sin ventanas, y, cada vez más, comercios dedicados a la venta de marihuana medicinal y/o recreativa, según el estado.
Además de esta perceptible dicotomía está la de la gente que vive cómodamente en pueblos tranquilos donde hay poco crimen, el coste de vida, así como los salarios, es bastante bajo, donde existe quizás más libertad de vivir con el espíritu americano, de empezar una pequeña empresa de jardinería, o un café. Así como la realidad de la falta de oportunidad para los jóvenes que aunque quisieran dedicarse a los trabajos a los que se dedicaban sus ancestros- extracción de petróleo y gas, agricultura, minería- ven el número de trabajos y los beneficios de estas profesiones mermados.
Hay que sumarle también los estragos que han causado en estas zonas el alcoholismo y la drogadicción, en algunos casos debido a esa misma falta de oportunidades y de educación de calidad, en otros además fomentados por las mismas farmacéuticas.
A esta América profunda no vamos muchos españoles, realmente no van muchos inmigrantes. Marietta, por ejemplo, es 93.5% blanco y solo un 3% de la población ha nacido fuera de Estados Unidos. Hay que tener en cuenta que aunque aquí también vivían Nativos Americanos en el siglo 18, hoy en día y por diferentes y complicadas razones, ya no hay, según el censo. Por poner una comparativa, en la capital de este mismo estado, Columbus, el 56% de la población es blanca, el 29% es negra, casi el 6% es de origen asiático, y el 6.5% es hispana. Más del 13% de la población ha nacido fuera del país.
Pero esta América es tan parte de E.E.U.U. como la que vemos y disfrutamos cuando vamos a Nueva York o Miami. Es la parte de E.E.U.U. que vota mayoritariamente - aunque no siempre- a candidatos republicanos porque además de ser más religiosa y más conservadora en general, no comparte los problemas de los que los demócratas suelen hablar. En pueblos como estos las armas son recreativas - caza, tiro al blanco- además de protectoras porque cuando vives en una granja sin vecinos a muchos kilómetros a la redonda, no te planteas tener que esperar a que venga la policía si alguien entra en tu casa.
En estos pueblos no se entiende qué es el privilegio blanco cuando las familias que te rodean son casi todas blancas y están en su gran mayoría afectadas por la adicción a la droga, por la falta de recursos y por la poca (y muchas veces mala) educación que han recibido.
A Marietta yo fui de visita. No me plantearía vivir en un sitio así, aunque sí estuve unos años viviendo en un sitio, también de la América profunda, que se llama Manhattan, en el estado de Kansas.
Manhattan, al igual que Marietta, tiene una universidad pero esta es significativamente más grande, casi 22,000 estudiantes, y el pueblo en sí es también más grande, 54,000 personas, y aunque es también mayoritariamente blanco, 80%, casi el 8% de la población ha nacido fuera del país, y la universidad atrae a estudiantes de otros países, y de otras razas. Kansas, para mi, era en muchas cosas una pesadilla, y en otras era un lugar muy agradable donde vivir.
Una de las primeras entrevistas que hice para Es Éxito fue con un profesor de Wharton- ahora Decano en la Universidad de Cambridge, el español Mauro Guillén. Le pregunté si se hubiese quedado en Estados Unidos tantos años si no hubiese tenido la oportunidad de hacerlo en una universidad tan prestigiosa como es UPenn, me dijo que lo que le interesaba más de la vida de este país son las grandes ciudades, y que lo que no hubiese hecho era trabajar en una universidad que estuviese en una zona rural. Creo que este es un sentimiento que comparten muchos Españoles y Europeos en general.
El último día que pasé en Marietta fui a desayunar a un típico dinner moderno en cuya terraza había mesas y sillas de metal, y las camareras eran especialmente amables. Con huevos y carnes de granjas locales y un café buenísimo, lo disfruté mucho más de lo que esperaba. En la pared de la entrada del pequeño restaurante había un mapa del mundo sobre el que había un cartel en el que alguien había escrito “Where are you from?”
Me sorprendió ver dos alfileres pinchados sobre Madrid. Me pregunto qué estarían haciendo estos madrileños en Marietta, Ohio. Supongo que, igual que yo, habrían ido de visita.
*Todos los datos demográficos son del más reciente censo, U.S. Census.